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"A mis amigos asturianos les asombra que lleve dos años sin ver a mi familia"

En junio de 2018, mientras dieciseisañeros de todo el país celebraban sus fiestas de graduación de la ESO, un coetáneo marroquí se montaba en un autobús desde su pequeño pueblo del interior de Marruecos. Allí dejaba padre, madre y tres hermanas. Él también había acabado sus estudios, pero su graduación consistió en recorrer su país en autobús para, sin descanso, atravesar el Estrecho. Su única posesión, el dinero para el ´capitán´ de la patera que le traería a España. Su única compañía, dos amigos de la infancia. Dos críos. Como él.

«La Guardia Civil nos interceptó antes de llegar a la costa», cuenta el protagonista de esta historia que vive hoy en uno de los pisos de acogida que ACCEM tiene para los Menores Extranjeros no Acompañados. Los conocidos como Menas y a los que tutela el Principado. Hoy son 91. Uno de ellos es H.

Ni siquiera la inicial corresponde a su nombre. Su condición de menor le blinda con un escudo de protección incrementado, más si cabe, por su etiqueta de vulnerable. Aunque él no se ve así. «A mis amigos asturianos les asombra más que lleve más de dos años sin ver a mi familia que el viaje en patera», afirma.

Eso no quita para que, pese a su casi fija sonrisa, confiese que «pasé miedo. Un poquito». Tanto en el viaje como «cuando nos interceptó la Guardia Civil». Estaban llegando a Tarifa y los agentes les trasladaron a él y los otros veinte ocupantes de la barca a un centro de menores andaluz.

No duró mucho, porque su objetivo era «venir a Asturias». Sin dudas. En su pueblo, sin apenas habitantes, a 2.000 kilómetros del Principado, Asturias es una palabra conocida. De allí llegaron otros críos antes que H.

«Mis padres sabían que en casa no tenía futuro. En el pueblo no hay nada. Mi padre es soldador y trabajó para que yo pudiera venir». Asegura, en el único momento de la entrevista en el que esconde su mirada, que no sabe cuánto ni cómo se hizo la transacción. «Solo se paga si llegas», admitió. Y él llegó.

El viaje de Tarifa a Oviedo lo hizo solo, sin hablar español. «Todo el día en un autobús», recuerda. Al llegar a la capital, caminó a la Comisaría de Policía.

Y, a partir de ahí, descubrió porqué los vecinos de su pueblo que le habían precedido en el viaje hablan de Asturias como el paraíso a buscar. «Aquí no me falta de nada, salvo mi familia». Una a la que echa de menos, «sobre todo, la comida de mi madre. Nadie hace el cuscús como ella». Una mujer con la que habla a diario «y que me dice que estudie, que me porte bien y, sobre todo, que cuándo vuelvo a casa». Lo hace con las videollamadas gratuitas que permite wasap, la única forma que ha tenido para conocer «a mi hermano pequeño», nacido mientras H. ya era un menor tutelado por el Principado.

«Y muy brillante. Tiene un gran expediente académico. Realmente, la inmensa mayoría de los Menas se esfuerza al máximo para estudiar y trabajar, pero parece solo que ve al pequeño porcentaje que se mete en problemas», lamenta Vanesa Martínez, responsable del programa de acogida a menores de ACCEM.

«Yo no quiero problemas. Solo quiero estudiar para tener un trabajo», insiste H., que sueña, también con poder comprar, algún día, unas deportivas Nike. «Ellos tienen una minipaga, pero solo para gastos básicos y ahorro», precisa Martínez.

Un dinero que no solo no da para ese calzado, sino que tampoco hace viable productos habituales entre los adolescentes, como móviles de última generación o jugar a Fifa o Fornite. «Juego al fútbol», aunque insiste en que «lo que quiero es trabajar». Para el hermano al que no conoce desea otro futuro. Porque, H. se emociona, recuerda que él llegó, pero nada sabe de sus compañeros de viaje, dos amigos de la infancia. Dos críos. Como él.

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